Estudiar la relación entre los desastres naturales y el bienestar y la recuperación de las comunidades ha sido mi pasión desde que coordiné las labores de ayuda médica en toda Asia como miembro de la Marina en Japón.
Mientras realizaba este trabajo aprendí un dicho: los desastres naturales son acontecimientos nacionales pero crisis locales.
Los desastres son locales porque sus impactos son únicos en cada comunidad. Algunas comunidades pueden tener dificultades para recuperar las infraestructuras, otras su sector sanitario o laboral; cada crisis local requiere respuestas específicas para guiar la recuperación. Por ejemplo, si se produce un tornado, un condado pobre puede necesitar ayuda inmediata y prolongada para la vivienda debido a la falta de seguros y ahorros, mientras que un condado próspero puede necesitar sólo una intervención temporal. La investigación ha demostrado que existen necesidades sanitarias diferenciadas por ubicación, por ingresos e incluso por género.
Pero, con demasiada frecuencia, los esfuerzos de recuperación son ineficientes y carecen de objetivos, lo que resulta en respuestas de socorro inútiles o fallidas. El condado más afectado de Texas tras el huracán Harvey, el condado de Harris, tuvo un estimado de 20 billones de dólares en daños a la propiedad, mientras que los condados menos afectados tuvieron menos de 50 millones de dólares en daños. Las experiencias de desastres se ven agravadas por la desigualdad económica, la pobreza y la opresión. La mayor frecuencia y gravedad de los desastres naturales como inundaciones, huracanes e incendios forestales en los últimos años, combinados con los efectos devastadores de la pobreza, no es solo una falla moral social, sino un obstáculo devastador en la preparación de la comunidad para desastres.
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En Estados Unidos hay una nueva energía centrada en las infraestructuras comunitarias. Pero aunque el proyecto de ley de infraestructuras del 2021 refleja un creciente interés por las infraestructuras complejas, estas políticas suelen promover estrategias generales para la mejora de la comunidad, ignorando la necesidad de medir y satisfacer las necesidades específicas de la comunidad. Por ejemplo, la región de los Apalaches está experimentando una pérdida de empleo récord debido a la disminución de los puestos de trabajo en la minería del carbón. También están lidiando con la carga sanitaria que ha dejado la minería del carbón. Así pues, la reforma de las infraestructuras en esta región requiere una inversión tanto sanitaria como financiera en su estrategia de recuperación.
Esta supervisión es fundamental porque, tras los desastres naturales, las mujeres y los niños son las poblaciones más afectadas. Debido a su vulnerabilidad, los niños son la mejor medida para la salud de la comunidad y la recuperación tras la catástrofe. La salud de una comunidad está innegablemente entrelazada con la pobreza y la salud de los niños, por lo que al preparar a las comunidades para hacer frente a los desastres naturales debemos abordar primero el problema fundamental de la pobreza y examinar la salud y el bienestar de nuestros niños, que es una medida vital para las comunidades.
La pobreza y los desastres naturales
La pobreza es cara. Las desastres agravan la pobreza existente y dificultan exponencialmente la recuperación de las comunidades más pobres. Entender cómo se acumulan estos efectos es crucial para reducir las disparidades. Para entender “la pobreza agravada”, consideremos los tres pilares de la comunidad: la infraestructura social y económica, el entorno construido y natural, y la infraestructura de salud (Figura 1).
Aproximadamente 40 millones de estadounidenses viven en zonas de bajos ingresos y de bajo acceso, que son zonas con acceso limitado a un supermercado o tienda de comestibles. Los estadounidenses con bajos ingresos también tienen menos probabilidades de tener un transporte confiable y más probabilidades de depender del transporte público. Por lo tanto, el acto de comprar alimentos se convierte en un proceso mucho más laborioso y que requiere mucho más tiempo, razón por la cual muchas personas en áreas de bajos ingresos recurren a las tiendas de conveniencia locales y compran alimentos menos saludables. El acceso deficiente a una nutrición de calidad los hace más susceptibles a la mala salud, lo que a su vez afecta las tasas de empleo y seguros. El aumento de los costos de los seguros y el escaso acceso a la atención médica dan como resultado más tiempo fuera del trabajo, lo que cuesta dinero, agrava los costos anteriores y agrega nuevas dificultades financieras. Las personas que viven en áreas de bajos ingresos se ven precionadas por todos lados.
La pobreza no sólo añade cargas, sino que las multiplica. Y al igual que el acceso deficiente a una tienda de comestibles es parte de una cadena de problemas en lugar de un problema singular, los desastres naturales crean efectos en cadena para las comunidades de bajos ingresos que deben abordarse. En las comunidades pobres se producen más muertes a causa de los desastres, mayores daños a la propiedad y, a su paso, los desastres suelen aumentar la pobreza.
Las comunidades más pobres a menudo no se recuperan realmente de los desastres, sino que mejoran tras un periodo de crisis, pero tienen una nueva normalidad, un estatus más pobre.
Centrarse en la salud y el bienestar de los niños
A lo largo de los años, he trabajado con departamentos de salud locales y estatales para evaluar las necesidades específicas de la comunidad. Actualmente, investigo el impacto de las catástrofes en la salud mental de los niños utilizando la Encuesta de Necesidades de Niños y Adolescentes (CANS por sus siglas en inglés), una encuesta nacional que recoge datos sobre la salud física y mental de más del 80% de los niños estadounidenses. Se centra en sus necesidades de bienestar y se recopila a lo largo de un año después de un desastre, cuando los niños son atendidos por trabajadores de salud y de servicios humanos, como consejeros y trabajadores sociales.
Dado que CANS puede identificar las necesidades de los niños tanto a nivel individual como familiar o comunitario, puedo definir y medir variables como la salud mental de los padres o los recursos escolares individuales, factores que a menudo se ignoran porque son difíciles de medir. Los datos sobre resultados de salud están plagados de un único factor limitante, los diagnósticos, que pueden ser un obstáculo, especialmente para las comunidades desfavorecidas. Los datos del CANS son más accesibles para estas comunidades que la asistencia profesional y los diagnósticos, y ofrecen la oportunidad de examinar factores que sabemos que son cruciales para los resultados de salud. Al identificar e incorporar las variables “difíciles”, nuestras soluciones pueden ser más amplias y ajustadas a las necesidades de la comunidad.
Si nos centramos en el bienestar de los niños y tenemos en cuenta la pobreza y los ingresos, podemos garantizar que el crecimiento futuro de las comunidades no se vea obstaculizado por la destrucción que deja una catástrofe. Las pruebas demuestran que los traumas mentales duraderos infligidos a los niños por las catástrofes pueden agravar los traumas anteriores, lo que influye a largo plazo en el desarrollo del niño. En la actualidad, los esfuerzos de mejora de las comunidades son impulsados por líderes a distancia, pero el objetivo de mi trabajo es dar herramientas a los líderes comunitarios y a los responsables políticos cercanos a las comunidades en cuestión.
Cuando la salud se ve como un producto tanto de los sistemas comunitarios como de las experiencias individuales, queda claro que las estrategias más eficaces atraviesan diferentes disciplinas. Por ejemplo, la adicción a las drogas suele ser el resultado de una economía deficiente, la disponibilidad de drogas y una mala salud mental. Desgraciadamente, los planificadores urbanos y los científicos de la salud de la población suelen estar en salas separadas trabajando en este problema.
Mi trabajo se centra en el desarrollo de estrategias para unir disciplinas, especialmente tras las catástrofes, y en la creación de estrategias para mejorar nuestras comunidades.
Gavin Rienne es candidato a doctor en Epidemiología y Bioestadística en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Kentucky. Actualmente Gavin estudia el impacto longitudinal del huracán Harvey en la salud mental de adolescentes y niños. Twitter: @GavinRienne; Correo electrónico: gavin.rienne@uky.edu
Este artículo ha sido elaborado gracias a la beca Agentes de Cambio en Justicia Ambiental (Agents of Change in Environmental Justice). Agentes de Cambio (Agents of Change) empodera a líderes emergentes de entornos históricamente excluidos en la ciencia y el la academia para replantear soluciones para un planeta justo y saludable.
Fotografía del encabezado: Inundaciones del huracán Harvey. (Crédito: Jill Carlson (jillcarlson.org) / flickr)