Este proyecto peridístico de dos partes ha sido coproducido por Environmental Health News y la organización periodística sin ánimo de lucro Economic Hardship Reporting Project..
CAMERON PARISH, La — Hasta altas horas de la noche, John Allaire observa cómo las chimeneas de instalaciones próximas a su casa disparan llamaradas de 300 pies.
Desde su casa, son visibles las costas saladas del suroeste de Luisiana, donde, durante décadas, ha sido testigo de cómo casi 60 metros de terreno entre él y el límite de su propiedad han desaparecido bajo el mar. Dos tercios del terreno se reconstruyeron para ayudar a la expansión del GNL de la industria de combustibles fósiles. El GNL, abreviatura de gas natural licuado, es gas natural fósil enfriado hasta su estado líquido para facilitar su almacenamiento o transporte; pues ocupa 600 menos espacio que el gas natural en estado gaseoso. Se utiliza para generar electricidad o como combustible en estufas y calefactores domésticos, así como en procesos industriales como la fabricación de fertilizantes.
En Estados Unidos, por lo menos 30 nuevas plantas de producción de GNL han sido construidas o han sido propuestas desde 2016, de acuerdo con el proyecto Oil and Gas Watch. Luisiana y la costa del golfo de Texas, donde ya funcionan cinco plantas, serán la sede de al menos dos tercios de todas las terminales nuevas de GNL – lo que significa que al menos 22 nuevas plantas de GNL de la costa del golfo están en construcción, su inicio de obras ha sido aprobado o están bajo revisión regulatoria.
Aunque Estados Unidos no exportó GNL hasta 2016, cuando el primer buque de carga salió a unas pocas millas de donde hoy se asientan las terminales en Cameron Parish, el año pasado el país se convirtió en el líder mundial de producción y exportación, superando a exportadores como Qatar y Australia. Las perspectivas anuales más recientes de la Agencia Internacional de la Enerrgía, EIA, estiman que, entre el año en curso y 2050, las exportaciones estadounidenses de GNL aumentarán un 152%.
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Y esto ha cambiado las estimaciones económicas locales: La previsión económica de Loren Scott, profesor jubilado de la Universidad Estatal de Luisiana, predijo el año pasado que un gasto adicional de 36.000 millones de dólares en la industria del petróleo y el gas impulsaría el empleo local en un 7% en sólo dos años.
Allaire, de 68 años, observa cómo el agua salada se acumula donde antes el agua lluvia alimentaba los cada vez más escasos humedales costeros de la zona. “Todavía venimos aquí con los niños y sacamos las cañas de pescar. Ya no es tan bonito como antes”, dijo a Environmental Health News (EHN).
Esa cercanía con la naturaleza atrajo a Allaire a la zona cuando compró 311 acres en 1998. Ingeniero ambiental y veterano de 30 años en la industria del petróleo y el gas, ayudó a dirigir evaluaciones ambientales y a gestionar limpiezas y, aunque jubilado, sigue trabajando a tiempo parcial como consultor ambiental para grandes empresas petroleras. Con toda una vida de experiencia en la industria del petróleo y el gas, ha visto cómo la huella del sector se extiende por Luisiana y las frágiles costas del golfo de México y más allá. Ahora que las huellas tocan las puertas de su patio trasero, Allaire forma parte de una cohorte de organizadores, residentes y pescadores de la región que se movilizan para detener la construcción de instalaciones de GNL. Para él, la expansión de la industria usurpa la ética de lo correcto o lo incorrecto que llevó a lo largo de su carrera como consultor. Para los pescadores, las infraestructuras de petróleo y gas han destruido los caladeros e impedido a las embarcaciones más pequeñas acceder a las aguas ricas en marisco del río Calcasieu.
Desde la camioneta blanca de Allaire que conduce por su propiedad hasta la orilla del océano, señala el lugar donde una nueva instalación de GNL sustituirá a las ciénagas. Commonwealth LNG pretende limpiar el terreno de árboles y luego rellenar el terreno bajo restante. “Ya ves lo que está pasando con el medio ambiente”, dijo Allaire. “Cuando cambien los hechos, tendré que cambiar de opinión sobre lo que estamos haciendo”.
La comunidad se une
En abril, durante una manifestación por el Día de la Tierra, los miembros de la comunidad se reunieron en el centro urbano de Lake Charles para exigir a las industrias locales del petróleo y el gas que contribuyan a un futuro más seguro y saludable para todos. Entre las actuaciones en vivo de artistas que interpretaban el estilo musical zydeco, típico del sur de Luisiana, intervinieron oradores como James Hiatt, nativo de Calcasieu Parish, vinculado a Cameron Parish y organizador de Healthy Gulf; y Sharon Lavigne, organizadora de RISE St. James, que lucha contra el desarrollo del GNL en la parroquia rural Plaquemines Parish, cerca de la ciudad de Nueva Orleans. Pidieron a los casi 100 asistentes que imaginaran un día en el que el horizonte no estuviera salpicado de infraestructuras de petróleo y gas.
No hace mucho, era difícil imaginar una manifestación del Día de la Tierra en el suroeste de Luisiana. Durante décadas, la zona ha estado decorada con infraestructuras de combustibles fósiles. Los atardeceres de algunos días destacan por las sustancias químicas del aire; por la noche, miles de luces de las plantas salpican el cielo oscuro.
“Hay que tener muchas pelotas para que la gente empiece a alzar la voz”, dijo a EHN Shreyas Vasudevan, investigador de campañas de la Louisiana Bucket Brigade, en los días posteriores a la manifestación. En una región cuya historia y economía están entrelazadas con la producción de petróleo y gas, “puedes recibir muchas críticas sociales -o también el ostracismo-, incluso amenazas de muerte”.
Muchos participan en grupos de defensa locales, regionales y nacionales, como la Louisiana Bucket Brigade, Healthy Gulf, el Sierra Club, el Natural Resources Defense Council, la Turtle Island Restoration Network, el Center for Biological Diversity y la National Audubon Society.
Pero los organizadores ecologistas luchan contra una industria multimillonaria con los vientos federales y estatales a favor. Y el apoyo federal al GNL se suma a las iniciativas estatales existentes.
Bajo el mandato del gobernador saliente de Luisiana, el demócrata John Bel Edwards, el estado se comprometió a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050. El gas natural, que la industria del GNL comercializa como una alternativa de combustión más limpia, se cita como una de las soluciones. Luisiana es el único estado que produce la mayor parte de sus emisiones de carbono a través de industrias de refinado de combustibles fósiles, como el GNL, en lugar de la producción o el transporte de energía. La oficina del gobernador Edwards no devolvió la solicitud de comentarios de EHN.
Esta actitud complaciente hacia las industrias del petróleo y el gas ha dado lugar a una mano de obra formada para trabajar en instalaciones de refinado de GNL en gran parte de la región rural del Golfo, según Steven Miles, abogado de Baker Botts LLP y miembro del Centro de Estudios Energéticos del Instituto Baker. Al mismo tiempo, la oposición a la industrialización es escasa – buenas noticias para industrias como la del GNL.
“La mala noticia”, añadió Miles, es que “[las instalaciones de GNL] se están abarrotando en las mismas zonas”.
Uno de los argumentos de los opositores del GNL es la salud de los locales. El Proyecto de Integridad Medioambiental descubrió que las terminales de exportación de GNL emiten sustancias químicas como monóxido de carbono –potencialmente mortal– y dióxido de azufre, una sustancia que según la Asociación Americana del Pulmón puede provocar cardiopatías, cáncer y daños en los órganos reproductores internos o femeninos en quienes se ven expuestos a largo plazo.
Un análisis de los informes de control de emisiones realizado por el grupo de defensa de los derechos humanos Louisiana Bucket Brigade reveló que las actuales instalaciones de Venture Global en Calcasieu Pass habían infringido más de 2.000 permisos, lo que incluye la superación del límite autorizado de emisiones a la atmósfera de óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, partículas y compuestos orgánicos volátiles en 286 de sus primeros 343 días de funcionamiento.
En lugar de modificar su infraestructura para cumplir las normas reglamentarias, Venture Global pidió al estado aumentar los límites permitidos de emisiones a la atmósfera de sus instalaciones para liberar un 833% adicional de gases de efecto invernadero cada año, según el informe de enero de 2023 de la Louisiana Bucket Brigade. De aprobarse, las emisiones permitidas ascenderían a unos 4,65 millones de toneladas (lo que convertiría a la instalación en el quinto mayor emisor del estado), según un inventario estatal de datos de gases de efecto invernadero de 2021 elaborado por el Centro de Estudios Energéticos de la Universidad Estatal de Luisiana.
“Ésta es sólo una instalación” en un momento en el que se han propuesto otras tres instalaciones en la región y el estado, dijo Vasudevan. La planta en funcionamiento de GNL de Venture Global -también conocida como Calcasieu Pass- “es mucho más pequeña que las otras instalaciones propuestas”.
En una zona que experimentó 18 pies de marejada ciclónica durante el huracán Laura en 2020 -y apenas unas semanas después fue azotada por el huracán Delta- Venture Global planea construir una segunda terminal de exportación conocida como “CP2” – sería la mayor de las aproximadamente dos docenas de terminales de exportación de GNL propuestas en el golfo, y un punto focal clave para las organizaciones de oposición locales.
Los residentes “en realidad no quieren el GNL tanto como quieren que vuelva la Cameron [Parish] de 1990”, dijo Hiatt a EHN sobre la nostalgia de los lugareños por una comunidad antes de que tormentas como Rita en 2005 trajeran hasta 15 pies de marea de tormenta, sólo para que Laura repitiera los daños en 2020. Durante todo ese tiempo, la población de la parroquia descendió de unos 10.000 a 5.000 habitantes. “Pero el lobo que llama a la puerta es el GNL. La gente de Cameron cree que eso va a traer de vuelta la comunidad, traer de vuelta las escuelas, traer de vuelta este tiempo antes de que tuviéramos todas estas tormentas – cuando Cameron era bastante próspera”.
“Claramente” para la industria del petróleo y el gas, “la idea es transformar lo que una vez fue el centro de la pesca comercial de Luisiana en exportaciones de gas”, dijo a EHN Cindy Robertson, activista medioambiental del suroeste de Luisiana.
Ayudar a los pescadores afectados por el GNL tiene que ver con “la supervivencia real de esta cultura única”, dijo Cooke.
Como muestra del éxito de los organizadores, señaló la reciente audiencia para la concesión del permiso a la propuesta CP2 de Venture Global. A escala regional, es el único proyecto que ha recibido un permiso medioambiental, pero no el de exportación, que sigue bajo revisión federal. En la reunión, algunos hablaron en nombre de la empresa. Como organizadora, fue un momento de claridad, explicó Cooke. Es evidente que los responsables de Venture Global “habían hecho un gran trabajo de preparación y organización y habían reunido a gente en Cameron para que hablara en su nombre”, dijo Cooke. “Así que, en cierto modo, eso fue malo. Pero en otro sentido, demuestra que realmente tuvimos un impacto”.
“También demuestra que nos queda mucho por hacer”, añadió Cooke.
Organizadores medioambientales como Alyssa Portaro describen un sentimiento de fortaleza entre los activistas. Ella y su marido viven en la cercana ciudad de Vinton, cerca de la frontera entre Texas y Luisiana. Desde que las familias se trasladaron a su granja, Portaro ha trabajado con los pescadores de Cameron Parish.
“No he visto en ningún sitio una comunidad como la que hay en Luisiana”, dijo Portaro a EHN. Sin embargo, Portaro, natural de Nueva Jersey, entiende los efectos de la contaminación ambiental en las comunidades de bajos ingresos. “Este entorno está tan en peligro – y actualmente está siendo sacrificado por las grandes industrias”.
“La gente no sabe qué haríamos sin el petróleo y el gas. Esto tiene un precio muy alto”, añadió.
Una pequeña localidad en vías de extinción
Lo que está en juego es mucho más grave en una región como el suroeste de Luisiana, un epicentro de los efectos del cambio climático.
En casi un siglo, el estado ha perdido aproximadamente 2.000 millas cuadradas de tierra debido a la erosión costera. Según un estudio publicado en marzo en la revista Nature Sustainability, la crisis de erosión del estado se debe en parte a los efectos combinados de las infraestructuras del río Misisipi y la actividad de la industria del petróleo y el gas, tales como el dragado de canales para el transporte marítimo. La Autoridad de Protección y Restauración Costera de Luisiana afirma que Cameron Parish podría perder más terreno que otras localidades costeras en los próximos 50 años. Según un reciente informe de Climate Central, la comunidad quedará bajo el agua en ese periodo.
Además de los efectos de la erosión y la elevación del nivel del mar, en agosto de 2023 ardieron las ciénagas de Cameron Parish, en el suroeste de Luisiana. Los incendios fueron al menos 600 en todo el Estado del Bayou este año. En todo Luisiana, ardieron aproximadamente 60.000 acres, un aumento de más de seis veces el promedio de acres quemados por año sólo en la última década.
Pero aunque las llamas evitaron comunidades costeras de Luisiana como Cameron Parish, los incendios representan una advertencia procedente de un creciente coro de lugareños, del que hacen eco los pescadores comerciales locales, que afirman haber experimentado rendimientos inusualmente bajos durante el mismo periodo, según una declaración de un grupo ecologista local. En el lugar de los incendios de Cameron Parish se ubican dos proyectos propuestos de expansión del GNL.
Fue un suceso inusual para una zona que suele estar bajo el agua en esta época del año debido a la marejada de potentes tormentas. Para la oposición local a la expansión del GNL, fue una señal de alarma.
Como ya ha señalado la Louisiana Bucket Brigade, la confluencia de la subida del nivel del mar provocada por el cambio climático y la construcción de terminales de exportación de GNL -algunas propuestas de un tamaño de casi 700 campos de fútbol- están acabando con las ciénagas que personas como Allaire han visto marchitarse. Uno de sus temores es que las futuras instalaciones no puedan resistir la fuerza de otra tormenta como Laura y su marejada, que arrasó comunidades enteras en 2020.
En medio de estos impactos climáticos regionales, la infraestructura de GNL ha demostrado potencial para exacerbar la acumulación de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global. En su mayor parte, el GNL se compone de metano, un gas de efecto invernadero 80 veces más potente que el dióxido de carbono en la atmósfera. Entre las 22 propuestas actuales de instalaciones de GNL, el grupo de activistas Sierra Club describió un potencial de contaminación climática equivalente al de unas 440 centrales de carbón.
Las repercusiones climáticas plantean incertidumbres de la industria del GNL de cara al futuro. No está claro si los países asiáticos, principales importadores de GNL estadounidense, “adoptarán estas cuestiones de transición energética”, afirmó David Dismuke, consultor energético y ex director ejecutivo del Centro de Estudios Energéticos de la Universidad Estatal de Luisiana. Del mismo modo, los países europeos siguen mostrándose escépticos a la hora de adoptar el GNL como futura fuente de combustible básico.
“Realmente no quieren tener que apretar el gatillo”, añadió Dismukes, refiriéndose a la renuencia de Europa a destinar más recursos a la exportación de GNL desde el mercado estadounidense. “No quieren seguir ese camino”.
Miles explicó que, aunque se reducirá el suministro de gas natural, “vamos a necesitarlo durante mucho tiempo”, ya que aún no se dispone de grandes baterías de almacenamiento para las energías renovables.
“No soy uno de esos futurólogos que pueden decirte dónde vamos a estar, pero no veo que todo sea extremo”, dijo Dismukes. “Tampoco veo que lo que ya hemos construido se quede tirado y desaparezca”.
Por ahora, el GNL parece haber llegado para quedarse. Entre 2012 y 2022, la demanda de gas natural en Estados Unidos -la suma del consumo interno y las exportaciones brutas- aumentó nada menos que un 43%, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA). Mientras tanto, en los focos de petróleo y gas como Luisiana y Texas, la demanda de gas natural creció un 116%.
A lo largo de 25 años, Allaire ha sido testigo de cómo la tierra del suroeste de Luisiana se desvanece poco a poco, en parte impulsada por la misma expansión industrial a nivel regional. Cerca de donde se encuentra la puerta delantera de su caravana de viaje, bajo el toldo de aluminio, señala una cresta chenier [un accidente topográfico característico de este hábitat] situada cerca del extremo de la propiedad. Está desapareciendo, dice.
“¿Ves la arena que se va, aquí?” dice Allaire, mientras señala hacia los tramos de su propiedad. “Este estanque solía bajar a lo largo de media milla. Esto es todo lo que queda de este lado”.
La Iniciativa de Justicia Ambiental y Epistémica de la Universidad Wake Forest financió parcialmente este reportaje.